Nacido en un pequeño pueblo al noreste de Pennsylvania, en una familia “poco interesada” por el arte, Pacovsky no empezó a dibujar hasta pasados los 20. Lo describe como un “momento mágico”, una forma creativa de expresar todo lo que tenía dentro.
Viendo las pinturas de los “viejos maestros” en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York sintió que los cuadros tenían tanta profanidad que casi podía caminar en ellos. Y que era esa la forma en la que deseaba aprender a pintar. Sin demasiado apoyo en su círculo más cercano, entendió entonces que el proceso creativo puede implicar una existencia muy solitaria.
En sus tiempos de estudiante, sus calificaciones no fueron precisamente brillantes… lo que le dificultaba acceder a estudios superiores en arte. Mirando al pasado, dice no arrepentirse de ello. John optó por buscar empleos que le permitieran dedicar el mayor tiempo posible al estudio de la pintura y de la filosofía. Cuando decidió que pintaría sólo lo que él quisiera –sin pensar demasiado en comercializar su obra-, sus cuadros se empezaron a vender.
Su gran oportunidad le llegó a partir de la publicidad, colaborando con varias marcas de bebidas. Mientras trabajaba en la creación de un gran mural para un complejo hotelero, un responsable de la marca de vodka Absolut vio su obra, le invitó a comer… y lo contrató. La notoriedad que alcanzó la campaña publicitaria le llevó a colaborar más tarde con la marca Absente, con la que Pacovsky realizó particulares homenajes a grandes artistas como Munch, Rembrandt o Cezanne.
Hace unos años, Pacovsky fue el responsable de la creatividad de Magellan Gin, a través de unas pinturas que reflejan el lado más “salvaje” de nuestra marca. Toda una fauna de animales –elefantes, rinocerontes, tigres, pingüinos…- contagiados del azul cielo de la ginebra.
Pacovsky ha pintado murales, paisajes, y hasta fieles retratos de animales y mascotas.
Un veterano artista que, pasados los 60, afirma que sigue teniendo la sensación de “acabar de empezar”.