El pasado 27 de octubre decíamos adiós a uno de los grandes de la música, el icono ‘underground’, Lou Reed, una de las voces más célebres de la historia y autor de una obra rompedora, directa, realista, oscura y nada convencional.
Lewis Allan –Lou– Reed nació en el barrio de Brooklyn, Nueva York, en 1942, creció bajo la influencia del rhythm blues que inundaba las calles de la Gran Manzana, ciudad que más adelante quedaría plasmada en sus letras, sobre todo su parte menos amable, menos visible, más oscura. Reed, amante de la literatura, empezó en el mundo de la música al lado de John Cale, con quien fundó la mítica e influyente banda The Velvet Underground, apadrinada por el cabecilla de la modernidad Andy Warhol. Al poco se unieron Sterling Morrison y Maureen Tucker.
En 1970, Lou Reed siguió con su carrera en solitario y en 1972 llegaría su disco Transformer, producido por su discípulo David Bowie, al que le seguiría el deprimente y criticado Berlín, trabajo posteriormente venerado, disco tras el que llegarían muchos otros.
Sweet Jane, Walk on the wild side, Perfect Day, Heroin, I’m Waiting for the Man son algunas de las genialidades creativas de este amante del rock, políticamente incorrecto, que fue sometido a sesiones de electroshock a los 14 años, y que caminó por el lado salvaje de la vida, el de los excesos, durante 20 años. Y sobre todo eso hablaban sus letras. Todo un submundo que el rock no acostumbraba a tratar.
“Me gustaba escribir sobre las cosas de las que no hablaban los demás. He ido huyendo de todas las modas, esa es la razón del por qué todavía estoy aquí”, así explicaba su longeva trayectoria musical. Reed, bautizado por muchos como la leyenda del rock salvaje, moría acompañado de sus seres queridos en Long Island, Nueva York, a los 71 años, convertido en un músico de culto, y como tal, su recuerdo y sus canciones permanecerán para siempre.